lunes, 15 de julio de 2013

A falta de pan, tortillas...

A falta de texto, pues ahí les dejo una imagen.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Destrozada...

Estoy en la depresión total. No como ni duermo bien después de que Tifanny me dejó para siempre. Mi mascota es la responsable de que esa hermosa y firme mujer que me dio noches enteras de sexo desenfrenado ya no pueda estar más a mi lado. Sé que fue mi responsabilidad, el amor desmedido que le tengo a mi mascota es lo que ocasionó que ella se haya ido para siempre, y ahora lamento amar tanto a mi perro. Sus dientes y fuertes mordidas apartaron a la mujer ideal de mi lado. He llorado largas horas tratando de reconstruir nuestro amor. No hay parche que repare lo que Huesos le hizo a su linda cara y a todo su cuerpo, la furia de mi canino no tuvo límites y ahora no hay cura para mi rubia superior. Las heridas son brutales, mi canino no respetó la desnudez de mi mujer y ella no se pudo defender. Párpado desgarrado, labio mordido, le perforó el cuello, le arrancó un pezón, le mordió las costillas, le perforó la pierna, se comió cuatro de los dedos de su pie, y casi de milagro no le arrancó el clítoris. Encontrar a Tifanny destrozada en la casa me causó una impresión que nunca olvidaré. Aún tengo pesadillas que me despiertan todo sudoroso, no puedo quitarme de la mente cómo sus ojos me miraban fijamente cuando la encontré hecha pedazos. Esa horrible imagen ha llegado a borrar muchos de los buenos momentos que viví a su lado. Horas completas de placer donde yo la hacía como quería antes de venirme en su carita de diosa. Docenas de posiciones son las que ella y yo nos aventábamos cuando decidía que era hora de sacarle punta al crayón. Una vez estaba tan caliente que decidí que se la metería en la cocina; la llevé hasta allí y arriba de la estufa se la dejé ir por todas partes. Primero empezó a succionármela, yo controlé los movimientos de su cabeza con mis manos, pero me la chupó tan rico que me vine en su garganta. Después la abrí de piernas y la embestí cual toro de lidia. La cosa no acabó ahí, pues sin que ella se lo esperara la volteé con suavidad para meterle mi miembro por el ano; no se lo batí mucho, pues estaba a punto del turrón y ahí, en sus suaves nalgas, me vine sin remedio. Con esa megaparchada quedó claro que la cocina no solo es un lugar para las mujeres, sino que un macho también puede hacer muy bien su trabajo. Ahora lloro por lo que Huesos le hizo a la musa de mis chaquetas. No encuentro consuelo e incluso he pensado en que mi fiero perro debe tener un castigo ejemplar por acabar con la autora de mi placer. Necesito un consejo, no he vuelto a gozar igual desde entonces, incluso he pensado en que mi can debe morir por haber destrozado mi muñeca inflable; no tiene perdón de Dios.

Abocarse...

Soy Neto y la neta es que tengo un problema severo a la hora de dar placer sexual. Sí, lo admito, soy un chico al que le gustan los hombres, lo sospeché en mi adolescencia y ahora que tengo cumplida la mayoría de edad sé que lo mío son las reatas. Hasta hace poco empecé a explorar mi sexualidad y dejé que por primera vez un hombre me penetrara. No voy a mentir, sentí dolor cuando la cabeza del glande de mi compañero intentaba abrirse paso entre mis nalgas mientras yo apretaba el ano, pues me dolía. Beto, mi hombre, con mucha más experiencia que yo, me recomendó que me relajara y dejara de apretar, pues podía rasgarme; le obedecí y sentí entonces una inmensa presión en mis entrañas, su miembro ya estaba dentro de mi recto y se movía suavemente. Él me la metió, y aunque estaba adolorido me hizo olvidar la molestia de mi parte trasera cuando después empezó a chupármela. Lo hizo tan majestuosamente que pensé de inmediato: ¡esto es lo que yo quiero hacer, quiero provocar este placer inmenso con mi boquita! Un ratito después de que me vine en su boca intenté darle a mi hombre también placer oral, pero desgraciadamente los colmillos de mi boca me traicionaron y en vez de ponerlo a gozar lo pusieron a gritar. Decepción tras decepción he vivido desde entonces cada vez que intento dar sexo oral; no sé si mi desesperación por hacerlo bien o lo filoso de mis dientes son los responsables de que mis amigos íntimos sufran constantes mordidas en sus miembros mientras trato de abocarme al asunto.

Hija del placer...

Me llamo Sandra y hasta hace apenas unos días, a mis veintidós años, dejé de ser virgen. No creas que es mi primera relación sexual, no soy una santa, pero tampoco soy una golfa que se acuesta con cualquiera, pero después de que varios falos me han penetrado por fin se rompió mi himen. ¿Que cómo lo sé? Pues fácil, se oyó un leve tronido desde de mi vagina, un tenue sonido salió de mis entrañas hasta mis oídos, y lo pude escuchar porque estábamos fornicando en completo silencio para que no nos cachara la chava de mi desflorador. La inmensa reata de Gerardo fue la que me hizo el favor de quitarme lo quintita. Mi amiga no dejaba de presumir que su hombre tenía un fierro digno de admiración y yo lo quise comprobar. Todas las reatas que me había comido antes no me habían hecho cosquillas, y aunque unas eran regordetas, ninguna de ellas era tan larga para romper la telita que resguardaba mi virginidad, hasta que llegó el monstruo venoso de Gerry, este sí que me hizo rico mientras Ana, mi íntima, se bañaba rápidamente. Ahora soy la más feliz, la manchita de sangre que quedó en mis bragas es la prueba de que ya no soy pura, que ahora soy una hija más del placer. El problema es que ahora ya no me conformo con cualquier pistola, solo revólveres supercargados disparan en mi vagina, pues ya no solo quiero que me vuelvan a tronar el ejote, sino que inmensos penes me partan en dos.

martes, 23 de octubre de 2012

Copular...

Unirse o juntarse sexualmente. O, juntar o unir algo con otra cosa.

Pamela, Andrea y Sofía...

Soy Pamela y escribo porque no sé si debo reiniciar mi amistad con una de mis íntimas amigas... luego de que un acto sangriento nos ha separado. No revelaré mi edad, pero soy una chica que está en crecimiento sexual igual que mis amigas Andrea y Sofía y que estamos iniciando la universidad. El destino nos ha mantenido juntas y fue el mismo destino el que nos hizo compartir los secretos de la intimidad. Vivimos en un edificio viejo y casi siempre tenemos todo el espacio para fantasear, pues los padres de las tres siempre han trabajado. Es común que alguna de nosotras pase mucho tiempo en la casa de las otras, permitiendo con ello tener nuevas aventuras y un sinfín de vivencias por demás ocultas; los muros de los departamentos son el testigo fiel de lo que ocurre entre nosotras. Nuestro primeros besos siempre fueron un gran acontecimiento para las otras; nos relatamos en secreto si nos metieron o no la lengua la primera vez que chocamos nuestros labios con los de un varón. Hemos sido muy buenas amigas y hemos aprendido con el paso del tiempo que es mejor contar con una amiga que aconseje que estar solas en esta etapa del despertar sexual. Ya estamos totalmente desarrolladas, las tres tenemos el pubis cubierto de pelos y las tetas son de muy buen tamaño. Debo ser sincera y confesar que los senos de Sofía son de no mames, pues están más grandes, aunque las nalgas de Andrea dejan sin respiro a cualquier chavo que la ve contonearse. Yo no tengo un culazo ni tetotas, pero mis amigas concuerdan en que tengo los pezones más perfectos de las tres, que ese montículo rosado alcanza la perfección cuando está completamente erecto. Nos contamos todo lo que nos pasa con los prospectos, y lastimosamente hemos llegado a la conclusión de que a los hombres solo les interesa meternos el pito o ya de plano el dedo. Por esta razón decidimos que el primer encuentro sexual tendría que ser con alguien en conexión, con nuestra alma gemela; en pocas palabras, entre nosotras. Estábamos decididas a probar nuestros jugos, a saber qué olores y calores producían la entraña de la otra, y organizamos que un viernes saldríamos tempra de la escuela para hacer la faena. Llegamos a casa de Sofía, ella había dispuesto todo para estar cómodas. Nos desnudamos en silencio. No podíamos dejar de mirarnos las tetas y los pelos de la cola. Fue impresionante ver cómo los pezones se endurecían y cómo nuestras respiraciones se aceleraban. Nos besamos. Empecé a besar a Andrea mientras Sofía le metía la lengua entre los labios vaginales; Andy me mordía la lengua al tiempo que gemía plácidamente. Yo me humedecí y deseaba que mi tetona amiga también me diera tan húmedas caricias. La mano temblorosa de Andrea encontró mi sexo, y de una forma delicada abrió mis labios vaginales y me metió el dedo. Mi vagina estaba empapada y ella pudo penetrarla muchas veces mientras mordía mis perfectos pezones. Comencé a tocar a Sofía, su piel estaba chinita y yo quería recorrerla toda; sus nalgas quedaron en mi cara y, sin pensarlo, le metí la lengua en el ano. Ella chilló de placer y yo no quería otra cosa más que seguir, en mi mente tenía muchas posiciones aún por realizar, estaba dispuesta a hacerlas todas, cuando de pronto vi que de entre sus piernas escurría un hilo de sangre... En ese momento me detuve en seco, pues empezó su menstruación.

Una de vampiros...

Me encanta el olor a azufre, creo que soy buen candidato para vivir en el infierno, pues me gusta el olor que emanan las entrañas de mi esposa cuando está reglando. Ese característico olor a óxido y tan peculiar que ocasiona la menstruación es un detonante para que yo traiga todo el día parada la reata. Solo basta entrar al baño después de que Samanta sale para percatarme de que su mezquite ha empezado y, con ello, la semana de fornicación más sangrienta de la historia. Ella evita decirme qué día le viene la regla, pues teme que una vez más le rompa los calzones y la deje toda batida después de metérsela por mucho rato. Piernas embarradas de sangre y pelos del pubis tiesos son tan solo algunos de los inconvenientes que ella tiene que sufrir al culminar mi primera embestida. Aunque me pida compasión, mi excitación no le dará tregua, no me puedo controlar, por lo que no me importa si mancho sábanas, ropa, sillón, colchón o hasta mi cara de menstruación. Eso sí, temo por mi estabilidad emocional, he pensado que soy una nueva especie de vampiro sexual, pues le bajo el sangrado a mi mujer a chupetones, no me importa que me quede dibujada la sonrisa de payaso en la cara.