miércoles, 24 de agosto de 2011

Anatomía...


Monte Venus según quién...




Se conoce por monte de Venus (o mons Veneris) a una almohadilla adiposa que descansa sobre la cara anterior de la sínfisis púbica de la mujer. Venus es el nombre de una diosa de la mitología romana relacionada con el amor, belleza y fertilidad, por lo que es común llamar al monte de Venus, el monte del amor.

Pescadería...


Después de cada encuentro sexual en mi cuarto me da por acumular tesoros, y no porque le quite sus preciadas joyas a mis amantes, sino porque echo detrás del ropero los calzones húmedos que utilizo en la faena sexual. Esta manía ya me ha comenzado a mortificar, pues mi habitación ya huele a prostíbulo. Acumular los olores fuertes de mi intimidad atrás del mueble de mi recámara ha hecho que el ambiente huela a sexo sin ventilar. Uno que otro de mis amantes ha huido de mi cama, pues ha quedado impactado con el olor que se percibe en mi lecho, y me han dejado bien caliente y mal atendida. Yo, muy a pesar de eso, me niego a desenterrar mis trofeos. Quiero seguir acumulando, deseo desenfrenadamente que el olor a bragas usadas me ahogue. Incluso prefiero comprarme nuevos calzones que sacar los de atrás del ropero, pues ya no tengo ropa interior que ponerme.

Muévete perra...


Soy otro cuando estoy a punto de fornicar a mi esposa. Cuando la veo de espaldas justo a mi costado crece en mí la necesidad de metérsela por detrás. Mi reata se hace presente, la setecientas venas se pone dura justo cuando la abrazo para dormir de a cucharita. Oler su cabello hace que la sin hueso se llene de vida al dar empellones buscando su guarida. Pongo a Ana bocabajo, pues me gusta tenerla sometida de esa forma, yo abro sus nalgas y se la meto primero despacio para que sienta cómo resbala con dificultad por la vagina aún seca. No me puedo contener, estoy a punto de venirme, pues el placer es máximo. Ana, muy tierna, empieza a disfrutar un poco mis penetraciones lentas y comienza a lubricar, pues mis jadeos la han excitado. Muerdo sus orejas, me encanta sentir ese cartílago entre mis dientes, eso me transforma y le digo: "¡Muévete, perra!". Ella lo hace, se crece al castigo y yo disfruto intensamente sus movimientos violentos tipo convulsiones.

Matamosqueda


Siempre me he considerado un hombre conservador y de costumbres. Asumo reglas muy impuestas y desde que tengo uso de memoria siempre me tomo el jugo de naranja antes que el café.
Me encanta la rutina, siempre me levanto a la misma hora, del mismo lado de la cama; siempre después del champú me afeito, y justo antes de terminar de ducharme, cuando empieza a enfriarse el agua, me masturbo.
Tengo cuarenta y tres años y soy feliz a mi manera. No creo en el matrimonio y busco el placer carnal en el sexoservicio, desde hace años me veo cada quince días con Tifany, ella hace que mis testículos queden vacíos y yo termine rendido de placer en la cama después de dos horas de servicio.
Tifany posee grandes tetas, a mí me gusta apachurrárselas mientras se la meto en la tradicional posición del misionero. Casi siempre logro eyacular a los cinco minutos de haber empezado la penetración. Después de media hora de reposo cambio de pose y se lo hago de chivito al precipicio, siempre esas dos posiciones me hacen quedar rendido de placer.
Ese día hacía mucho calor en el cuarto de Tifany. Que viva en la azotea no ayuda a que la habitación se mantenga fresca, pues se acumula el calor, aún peor en un día caluroso después de llover, así que el bochorno un día alborotó a las moscas.
Mi obrera sexual estaba empeñada en que yo cumpliera mi dotación sin atrasos, pero yo no podía concentrarme del todo, pues los insectos que volaban a mi alrededor me distraían. Ya estaba descargando mi pene por detrás cuando de pronto algo distrajo mi atención, una de las pompas de Tifany tenía un lunar artificial con patas, una mosca estaba parada justo en la curvatura de su blanca nalga.
Sin pensarlo mucho tomé el matamoscas que se encontraba a un lado de la cama y de un golpe certero acabé con la infame mosca. Ver su cadavercito embarrado en las nalgas de mi compañera y escuchar a la par el quejido de dolor de ella provocaron que me viniera a chorros.
Desde entonces el matamoscas forma parte de mis juguetes sexuales. Las nalgas de mi amazona de placer quedan cuadriculadas y adoloridas cada vez que termino de eyacular.