martes, 23 de octubre de 2012

Una de vampiros...

Me encanta el olor a azufre, creo que soy buen candidato para vivir en el infierno, pues me gusta el olor que emanan las entrañas de mi esposa cuando está reglando. Ese característico olor a óxido y tan peculiar que ocasiona la menstruación es un detonante para que yo traiga todo el día parada la reata. Solo basta entrar al baño después de que Samanta sale para percatarme de que su mezquite ha empezado y, con ello, la semana de fornicación más sangrienta de la historia. Ella evita decirme qué día le viene la regla, pues teme que una vez más le rompa los calzones y la deje toda batida después de metérsela por mucho rato. Piernas embarradas de sangre y pelos del pubis tiesos son tan solo algunos de los inconvenientes que ella tiene que sufrir al culminar mi primera embestida. Aunque me pida compasión, mi excitación no le dará tregua, no me puedo controlar, por lo que no me importa si mancho sábanas, ropa, sillón, colchón o hasta mi cara de menstruación. Eso sí, temo por mi estabilidad emocional, he pensado que soy una nueva especie de vampiro sexual, pues le bajo el sangrado a mi mujer a chupetones, no me importa que me quede dibujada la sonrisa de payaso en la cara.

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