lunes, 6 de septiembre de 2010




No puedo quitarme de la mente y mucho menos del olfato el olor a menstruación, el recordar esa fragancia hace que se me ponga dura la reata.

Soy taxista de profesión. Todas las mañanas, después de desayunar, salgo a darle al volante para ganarme la vida. El pasaje es tan versátil como el clima diario, no hay indicio en la vestimenta que me indique que el siguiente a abordarme será alguien con deseos de hablar o simplemente un cliente que me pida de malas maneras que lo lleve a San Ángel.

Para mí todo era meter cluth, velocidad, acelerar, frenar y orientarme en las calles hasta el día en que abordó mi unidad una mujer de más de cuarenta años. Se veía preocupada y sin más vueltas me pidió que no volteara porque tenía que hacer una maniobra íntima. Sí, se iba a cambiar la toalla sanitaria.

Al principio me pareció que era una faena muy atrevida, pero la justifiqué al recordar los desajustes hormonales que sufre de vez en cuando mi esposa en sus periodos, cuando a veces sólo mancha la toalla femenina y otras, la empapa sin control.

Yo mantuve la vista en el camino, no quería ni ver el espejo retrovisor para no incomodarla, hasta que llegó aquel peculiar olor a sangre menstrual que hizo que se me erectara el miembro. La sensación era indescriptible, el olor a rancio y sangre me provocó una excitación sin comparación.

Traté de concentrarme y bajé la ventanilla para ventilar mi unidad y así poder apaciguar el bulto que ya se marcaba en mi pantalón y que ya empezaba a escupir líquido lubricante. Pronto llevé a mi pasaje a su destino y después me dirigí a casa para saciar mis ansias con mi esposa. Ese olor no se me quitaba de la mente, y aunque le chupé el clítoris y labios vaginales con furia, no logré encontrar ese aroma que me la había puesto de piedra.

Mi mujer ahora se siente un poco incómoda, pues desde entonces no dejo pasar ninguno de sus periodos menstruales para experimentar en mi pene de piedra. Me pone como loco olfatearla antes de metérsela y ver cómo con cada embestida mi miembro queda empapado del peculiar líquido mensual rojo.

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