miércoles, 24 de febrero de 2010


¿Te puedes resistir al pan calientito, recién horneado?

martes, 23 de febrero de 2010

Entre sueños....

Cerca de mi cumpleaños número veintisiete comencé a soñar cachondamente con Pedro, un ex novio que me hacía rasguñar las sábanas cada vez que me la metía.
No sé por qué esos extraños pensamientos vinieron a mi cabeza justo cuando me encontraba medio mal en mi relación con Juan, mi actual pareja sentimental. Juan es un hombre complaciente y cariñoso que ha aprendido a atenderme en la cama y a trabajar el orgasmo, no siempre tiene éxito, pero le agradezco el esfuerzo por saciarme antes de eyacular.
Los sueños con Pedro empezaron justo una semana antes de mi cumpleaños. Esa primera vez desperté sudada y muy excitada, me sorprendió recordar con tanta claridad los momentos que años atrás me habían hecho morderme los labios de placer.
Cuatro días antes de la gran fecha se repitió el sueño, lo vi acechándome desde la cocina y con pasos de pantera llegó hasta mí y ahí, en la cocina, me descubrió y mamó los pezones, la sensación era tan excitante que me despertó sentir lo duro que tenía mis chupones dorados.
El tercer día me fui a la cama preocupada y esperando no se repitiera el sueño, pues sentía como que traicionaba a Juan. Después de las tres de la mañana me desperté húmeda, había soñado a mi ex dándome tremendas nalgadas mientras me lo metía por detrás cuando tomábamos una ducha en mi baño.
Sentía cosquillas en mi vientre y debo admitir que esperaba esa noche también soñar con el miembro de mi ex pareja, y así fue. Estábamos en un hotel, él me la chupaba y metía el dedo a mi vulva, yo estaba muy humedecida. Esta vez fui un poco más allá del sueño y me toqué el clítoris para masturbarme e imaginarme su lengua en él. Aunque sentía vergüenza, no le conté nada a Juan, temía que viera mis sueños como una infidelidad.
Un día antes de mi cumpleaños deseaba enloquecidamente volver a sentir ese pedazo de carne en mi cuerpo, deseé que pasara y por fin pude conciliar el sueño. Se hizo realidad y empecé a disfrutar de las embestidas de ese hombre de mi pasado. Hubo de todo, me comió el sexo, se lo comí y me la metió hasta que me hizo arañar mis sábanas no sólo en la fantasía.
Desperté y me masturbé hasta que tuve tres orgasmos, caí rendida entre gemidos y buenos recuerdos.
Llegó mi cumple y me alisté para ir al encuentro de mi novio para celebrar en un antro. De camino al antro me equivoqué de camión y tuve que regresar unas calles caminando para reincorporarme a la ruta. Cuál sería mi sorpresa...
Cual regalo de la vida por mi veintisiete aniversario, en la parada del micro estaba mi ex Pedro. Nos vimos y no pude evitar besarlo. Todo pasó muy rápido y en unos minutos ya estábamos contra la pared metiéndonos las manos por donde se podía, yo estaba muy mojadita.
Me propuso ir a un hotel cerca y yo accedí, quería comprobar si mi destino era tal cual como la película que había pasado en mis sueños. Entramos al cuarto de hotel y me desvistió.
Lo hicimos por más de una hora y media, me hizo sentir repetidos y muy explosivos orgasmos, fue mejor que en mis sueños, pues arañé las sábanas, alfombra, cortina, colchas y hasta muebles que había en esa habitación de sexo desenfrenado. En la última lluvia de semen de Pedro, sólo alcance a escuchar después de un gemido: "¡Feliz cumpleaños!".
Por supuesto llegué tarde a mi festejo con Juan, aunque no me perdí de recibir el falo de mi ex novio bien duro como mi regalo de cumpleaños.

Arranques...

Tengo las piernas todas embarradas de barniz de uñas y los vellos de éstas se me pegan a la piel. El dolor se ha vuelto insoportable. Necesito ayuda, alguien por favor dígame qué otro remedio existe para evitar que se corran las medias.
Mi excitación es incontrolable cuando mi pareja me arranca las prendas de un tirón. Me vuelvo loca de placer al escuchar que se rasgan mis ropas antes de sentir cómo su miembro viril me parte en dos.
Mi gusto ha comenzado a costarme caro. Primero empecé por pedir que me arrancaran la tanga. El placer fue tal que desde ese entonces en todo encuentro sexual me quedo sin calzones. Fue inocente en ese entonces, pero mi gusto por oír el sonido y el roce de la ropa rota fue cada vez en aumento.
El placer que producía sentir el fuerte tirón de las diminutas bragas no fue suficiente y a mis compañeros de sábanas les ordené que me arrancaran la blusa. El momento era muy excitante y tuve el sexo más genial. El gozo era inigualable, sacarme el premio mayor de la lotería no me hubiera dado la misma satisfacción.
Aunque lo disfruté con múltiples orgasmos, el momento de reflexión vino después, me di cuenta de que no tenía qué ponerme más que la blusa rota sin botones para salir de la habitación de hotel. Eso me hizo cambiar mi perspectiva respecto a las prendas que sí debo solicitar que me arranquen.
Enfoqué mi gusto hacía las pantimedias. Compré varias docenas para que mis amantes en turno las pudieran arrancar para hacerme gemir de placer. Les pedía que me acariciaran las piernas bien depiladas, que sintieran la licra en mis extremidades, que se excitaran al palmar las texturas de rombos, círculos o más que adornaban mis piernas.
Después de las caricias, a mis amantes les pedía que me hicieran un hoyo en la pantimedia para que me la metieran. Sólo en algunas ocasiones un fuerte tirón en la fina tela bastaba para dejar al descubierto mi abundante mata. Yo me la dejaba meter sin freno.
Por supuesto, no usaba tanga para hacer más libre la maniobra. Los pelos de mi pubis mojados humedecían la pantimedia, mis jugos hacían que el tejido se convirtiera en una franela húmeda de mis entrañas.
La cosa estaba bien mientras el tirón caliente fuera preciso, pero no siempre corría con la suerte de que mis amantes tuvieran el tacto de sólo rasgar el lugar indicado para las embestidas, y es que muchas veces de paso jalaban la media dejando horribles líneas sobre mis torneadas piernas.
Mi placer no es el mismo si no me arrancan las medias, pues no experimento multiorgasmos. Mi obsesión porque me las arranquen ha ido en aumento y mi economía, en descenso. Estoy asustada, no hay otra cosa que lleve mi excitación a tope más que mi rutina de acariciar y romper las pantimedias.
Estoy tan embrutecida con el placer que las medias me dan que incluso he empezado a ponerme las rotas una encima de otra, las parcho con esmalte de uñas para impedir que se sigan corriendo, y si es necesario hasta me pongo de dos para evitar que se vean desgarradas.
Tengo los finitos vellos de las piernas pegados entre sí y a la piel, el dolor y la resequedad ya se están volviendo insoportables, mi dermatóloga aconseja dejar de usar barniz, pero yo sólo pido una cosa: ¿me podrían dar otro consejo para parchar mis medias?