jueves, 8 de marzo de 2012

Sin vergüenza...


En un lugar no tan lejano...hace no tanto tiempo... una princesa... se despojó de su ropita al ritmo de la música...

Chiquitita...

Voy a hablarte al chile pelón, como dicen los mexicanos. Soy enanita, mi estatura me ha creado muchos complejos, uno de ellos es el no poder disfrutar en la cama ahora que estoy decidida a empezar mi vida sexual. Tengo veinte años y hasta ahora me he conservado inmaculada para entregarme al hombre que de verdad me quiera por lo que llevo dentro y no por mi metro de estatura. Me gusta pensar que soy un perfume caro en un frasco chiquito, por eso me he resistido a compartir la cama con curiosos que me han ofrecido complacerme entre las sábanas solo por morbo. No deseo que mi compañero sexual me vea como una atracción de circo, por ello me he detenido para probar el sexo y me he negado a que mis compañeros de cachondeo me penetren. Aunque estoy ansiosa por tener mí primer encuentro sexual, tengo miedo de que mi primera vez sea mortal. Me aterra imaginar que un enorme pene erecto destroza mis entrañas, se me eriza la piel al pensar que mi diminuta vagina no podrá resistir tan duras embestidas y que acabaré muerta y exhibida en algún periódico: "¡Extra, extra, enanita destripada por calenturienta, la penetraron y la mataron!".

Diminuto...

Tengo un marido bien jariosote, me revuelca por el piso y me echa su semen en la cara, pero yo tengo poco deseo sexual. Desde hace pocas semanas me he vuelto un hielo en la cama, no hay caricia íntima o beso mordelón que despierte mi jariosa interna. Para pronto, no hay lumbre que caliente mi fogón como Dios manda. Siempre he sido una mujer complaciente con Ernesto y aun cuando estoy cansada por haber madrugado y haberme llevado la joda, siempre tengo abiertas mis piernitas para que él entre a matar a la bestia, y yo hago mi parte para que ambos disfrutemos la movida sexual. Pero mi voraz deseo carnal se fue haciendo diminuto sin causa aparente, ahora detesto que llegue a untarme el camarón mientras lavo los trastes. Me pongo muy encanijada cada vez que él intenta agarrarme las chichis en tono de jugueteo sexual, tengo ganas de aventarle el florero que descansa en mi buró para que deje de hacer esas maniobras que me molestan y para nada me excitan. Mi diminuto apetito sexual ha empezado a traernos problemas, no estoy dispuesta a que me siga echando baba en la vagina para lubricarla, ahora sí ya no me dejaré penetrar ni por compasión, que entienda que si mi vagina está seca es porque no quiere ser profanada, y si está mojada es porque quiere ser penetrada.

Miniatura...

Tengo cuarenta años, mido dos metros de estatura, tengo la barba larga, pies enormes, manos grandes y, por desgracia, un pene que no corresponde a las proporciones de mi envergadura, es decir, lo tengo chiquito.
No me he casado por razones obvias, las damiselas se desilusionan a la hora de verme completamente desnudo. Con mi diminuto amigo no podré retener a ninguna mujer a mi lado, mi lengua y mis manos no siempre son el mejor recurso para quitarles el deseo sexual.
Soy un hombre de corta experiencia sexual debido a mi diminuto soldado. Lo tengo tan chiquito que incluso en una ocasión una prostituta se compadeció de mí y me cobró la mitad de la tarifa, pues dijo que sintió como que nada más le metieron la puntita. Ese día estuve a punto del suicidio.
Otra de mis compañeras me dijo después del encuentro sexual que si de pequeño había tenido algún accidente que me lo hubiera dejado quichito. Me preguntó con brusquedad: "Oye, ¿no te lo habrás rebanado alguna ocasión y ni sentiste?". Ella no daba crédito a que yo tuviera tremendo cuerpo de roperote y que mi miembro fuera una diminuta llavecita de diario de adolescente.
No pasa una hora del día en que no sueñe con que mi miembro viril parta en dos a una mujer de placer. Regreso a mi realidad cando me tengo que masturbar en solitario sobre mi cama y sufro porque mi enorme mano cubre todo mi miembro y hasta mi glande, no es nada sencilla la tarea de estimularme.
Mi reatita es tan pequeña que solo necesito dos dedos para moverla al compás del ritmo masturbatorio, el gordo y el índice son suficientes para cubrir toda su longitud. Cada vez que me la jalo parece que estoy agarrando una pizca de carne y sangre para poder eyacular.
Es una tortura ir a orinar a los mingitorios, pues aunque nadie lo crea, los hombres solemos echar un ojo a la reata que orina a un costado para comparar; muchos hasta se han meado las manos cuando se sorprenden al ver a mi polluelo saliendo de las plumas de pelos para escupir el chorro de orina.
He utilizado todos los métodos que están a mi alcance para agrandarme el pene. Pomadas, pastillas y aparatos raros que se ponen en el miembro no han tenido ningún resultado positivo y sí me han dejado muy adolorida la parte. Estoy muy triste y desilusionado porque la tengo chiquita.
Mi diminuta pistola me tiene deprimido, no hay día en que no piense en que lo mejor para mí es vender el departamento que me dejó mi madre para costear los gastos de la cirugía para agrandarme el miembro o, ya de plano, volverme joto para por lo menos tener una reatota dentro de mí.