martes, 28 de agosto de 2012

La cereza del pastel...

Apego...

Tengo seis años de casada, y aunque no todo ha sido miel sobre hojuelas, desde hace poco las cosas en casa han subido de intensidad, pues ahora mi viejo no nada más me da de nalgadas en la cama cuando estamos haciendo cuchi cuchi, sino que ahora me pega por cualquier motivo. Si no alcanza el dinero para pagar la renta, me pega; que ya nos quedamos sin gas, me pega; que se acabó la leche, me pega; que los frijoles no tienen sal, me pega; que no estoy lista con las piernas abiertas cuando me la quiere meter... me pega. Ya no aguanto tantos abusos, mi humanidad ya no soporta tanto traqueteo. Ya no hay manera de disimular los moretones que lucen mis magullados brazos, parezco loca y mis amigas murmuran cada vez que salgo a la tienda o al mercado con suéter a pesar de que hay un intenso sol. Sus maltratos son cada vez más seguidos y siempre después de una paliza agradezco que venga la reconciliación. Me lo hace con tanta furia que yo de menos tengo dos orgasmos antes de que él rendido eyacule y se eche a dormir como bestia a un costado mío. Me gusta su fierro, aunque no sus maltratos. Eso sí, agradezco que no me pegue en la cara porque no aguantaría la vergüenza en la calle. He intentado razonar con él, pero no escucha, pues cada vez que le digo que lo voy a dejar me da una tunda y, después, tremenda cogida. No sé qué hacer, necesito ayuda desesperada, pues soy tan adicta a su miembro viril que temo nunca poder abandonarlo.

Directo...

A lo que nos truje: soy un hombre al que le gusta ir directo al grano, así es en mi vida social como en lo sexual. Y para pronto creo que ese es mi problema. Entrando a fondo, me gusta mucho una compañera del trabajo. Desde hace ya algunos meses le traigo unas condenadas ganas de meterle mi reata hasta por las orejas, estoy convencido de que nunca ningún machín la ha hecho gritar de placer como yo lo haría. No soy un hombre de cortejo, a mí me gusta ir directo al grano para no perder el tiempo; para pronto, pongo mis cartas sobre la mesa cuando una hembra me gusta, sin rodeos le digo de frente que lo único que quiero es abrirle las piernas para meterle mi chile, que disculpe mi honestidad, pero lo único que deseo es hacerla gemir con cada una de mis embestidas. La mayoría de las mujeres accede a mis palabras, son muy pocas las que de inicio me mandan a volar. Eso no me preocupa, pues al final del día mi reputación de excelente picador hablará por mí y acabarán rendidas en mi colchón implorando que se las deje ir. Mi método de seducción funciona, siempre tengo éxito y me llevo en la memoria del sentido del gusto el perfume de la entrepierna de mis conquistas. No hay mejor fragancia corporal que la que se mezcla entre pelos, vulva, labios vaginales y pliegues íntimos. Recapitulando, nunca he cambiado mi estrategia, pues esta funciona a la perfección, por lo que no vi necesario llegarle de otra forma a Pilar. Una tarde, después del trabajo, me acerqué a su oído y con voz susurrante fui al grano y le dije que sus tetas estaban tan sabrosas y que entre ellas podría hacerme una chaquetota rusa. Ya con la lengua enfilada y con la reata parada seguí con mi letanía seductora. "Tienes unas nalgas de ángel cachetón, yo me sentaría frente a ellas a esperar a que hablaran; tus pedos, aunque apestosos, serían manjares para mi nariz; pedorréate y cágate en mí", le dije entre dientes. Ella estaba inmóvil, no sabía si en verdad estaba excitada por mis insinuaciones o si estaba asustada, por lo que yo seguí. "Te voy a lamer tanto el clítoris que lo voy a desaparecer a lengüetazos; tu placer será grande, pero no tanto como lo estará ya mi pene, duro y esperando el momento de partirte en dos". Seguí: "Te abriré de piernas y te la meteré sin compasión hasta que toda mi leche se vacíe dentro de ti". Recién acabé esa oración, ya estaba a punto de venirme, la verdolaga ya no me cabía en los pantalones, cuando de pronto ella volteó, me sonrió y me dijo: "¿Perdón, me dijiste algo? No te escuché, pues de ese oído soy completamente sorda". No se lo pude volver a repetir.