martes, 26 de octubre de 2010

Puñetera piñata...


Ya viene la época decembrina y mi preocupación se hace cada vez más presente, pues me preocupa que mi fijación sexual por echarle semen al engrudo para hacer las piñatas ahora sí se me salga de control.

Trabajo muy a gusto vendiendo en un mercado. Mis marchantas me piden que les surta su verdurita y les llene las bolsas de zanahorias, papas, calabacitas, flor de calabaza o cualquier tubérculo. Siempre tengo las mejores frutas de la temporada y los vegetales más frescos, me gusta que mis clientas queden a gusto a la hora que les surto su mandado.

La mayor parte del año la paso sin la angustia por la cual te escribo, pero al acercarse la Navidad va creciendo en mí esta caliente manía que me hace espesar el engrudo. Sí, pues es en estas fechas cuando empiezo la producción de piñatas para la temporada de posadas.

Las estrellas de cinco picos son mi especialidad, me quedan bien bonitas con sus papeles de colores en las puntas, y no hay clienta que no me chulee lo bien hechas que están mis piñatas.

Y tienen razón, bueno, eso pienso yo, pues mis piñatas son las mejores del mercado, ya que cuentan con mi íntimo y muy personal ingrediente secreto en el engrudo... mi semen.

Cada vez que preparo la mezcla de agua y harina para elaborar el pegajoso engrudo, no controlo mis intensas ganas de masturbarme; me froto el pepino hasta que sale mi viscosa leche, gimo de placer al ver que hasta mi última gota de líquido caliente cae dentro de la olla y se disuelve.

Uso la mezcla extasiado para la elaboración de cada una de mis piñatas, me retuerzo de placer al imaginar a mis clientas dándoles de palos a esa estrella de elaboración reforzada con mi leche. Me vuelvo a excitar y a masturbar sobre el engrudo al pensar que mi semen se posa sobre sus peregrinos y cantores de la posada, quienes frenéticos se pelean un poco del contenido de la piñata al romperse.

1 comentario:

  1. A mi me excitan las piñatas. De vez en cuando voy a comprar una piñata a una de las muchas dulcerías que las venden. Y me excita pensar que la pobre piñata se libró de un palo para ir a dar a otro. Lo que más me gusta de las piñatas es que no importa lo que les hagas, nunca pierden su sonrisa.

    Me encanta darles lechita caliente a los personajes más indefensos. Eso parece agradarles mucho, porque sus caritas se iluminan. Con los personajes rudos soy muy enérgico, pero casi nunca aguantan más de una sesión porque siempre andan perdiendo un braso o una pierna. Un spider-man que compré perdió la cabeza.

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