miércoles, 26 de mayo de 2010

A pelo...

Si tuviera que escribir un anuncio de periódico para encontrar pareja, diría: "Soy Tania, una mujer de cuarenta y dos años sin inhibiciones y sin calzones".
Necesito tu consejo desesperadamente, pues creo que mi afición me está llevando a callejones peligrosos de lujuria y traumas por violación.
Todo empezó de manera accidental después de tener una aventura con mi galán en turno en su coche; él se quedó con mi tanga para olerla y masturbarse en su casa y yo me fui a mi casa sin calzones. Estaba sentada en el metro de camino a mi casa cuando me di cuenta de que un hombre me miraba hipnotizado entre las piernas, yo lo dejé ver más de la cuenta y fue cuando noté el bulto que crecía entre sus pantalones.
Me excité como loca hasta que entró la razón en mí y bajé del convoy a prisa para que el susodicho no me siguiera, temí que él quisiera propasarse sexualmente con mi desnuda intimidad.
Al día siguiente volví a exponer mi desnudez, tenía curiosidad de saber lo que me deparaba mi calentura. Mi sorpresa fue grata al ver que un hombre de buen físico que se dio cuenta de mi tirada se paró a un costado mío justo cuando iba a bajar, y aprovechando la multitud me metió los dedos para comprobar mi humedad. Me quedé quieta disfrutando del momento hasta que me tocó bajar en mi estación, esos segundos fueron eternos e inolvidables.
Desde entonces aprovecho mi recorrido al trabajo y casa para cautivar con mi cara velluda a los hombres que me atraen. Hay veces que funciona y los excito y otras causo espanto, pues me ven como una pervertida sexual, aunque de todas formas no pueden dejar de mirar mi pubis despeinado.
Mi aventura hasta ahora me ha dejado satisfecha con dedeos, pues cuando una presa cae en el juego disfruto su mano restregándose en mi clítoris a la par que le aprieto el pene. Este juego inocente me humedece al instante, aunque temo que un día de estos no me sea tan fácil desprenderme de esas caricias colectivas, pues ya me han propuesto concluir la faena en un lugar más íntimo.
Tengo miedo de incitar y después no acceder, es decir, que mi juego me lleve a que me violen. Algún hombre me puede forzar a cumplirle por excitarlo, y para mí cada vez es más complicado conformarse con una dedeada, además de que las enfermedades de transmisión sexual están a la orden del día.

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