lunes, 24 de septiembre de 2012

Lamer...

Soy Pedro y confieso que no soporto el olor que sale de entre las piernas de mi mujer, Gloria. Me encanta metérsela en todo momento, sentir su vagina apretadita es para mí uno de los placeres más grandes que me ha dado la vida. Disfruto bajarle la ropa interior y dejarle ir mi pepino sin compasión una y otra vez hasta que aparece mi leche en escena. Se la echo en la pepa, arriba de sus pelos para que sienta lo tibio de mis fluidos. Ella disfruta mis embestidas incesantes, yo se la puedo dejar ir repetidas veces, sin presumir, hasta por casi media hora. Nuestros encuentros sexuales transcurren sin mayor problema solo mientras me concentre en metérsela. La bronca empieza cuando ella pide entre gemidos que se la chupe, que le lama la cotocha, y ahí sí, para que veas, confieso que se jodió la cosa. Poner mi nariz frente a su pubis me produce un gran asco, el olor que sale de entre sus pelos y sus labios vaginales es repugnante para mi olfato, y si me atrevo a lamer la parte es tan insoportable la náusea que tengo que salir disparado al baño a guacarearme. Por supuesto esto bajonea mucho a Gloria, ella piensa que su quesito me da asco, y aunque disfruto sentir su panochambear apretadita, no tolero, ni aunque me ponga una pinza en la nariz, el fétido olor que emana de su intimidad.

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