miércoles, 14 de noviembre de 2012

Hija del placer...

Me llamo Sandra y hasta hace apenas unos días, a mis veintidós años, dejé de ser virgen. No creas que es mi primera relación sexual, no soy una santa, pero tampoco soy una golfa que se acuesta con cualquiera, pero después de que varios falos me han penetrado por fin se rompió mi himen. ¿Que cómo lo sé? Pues fácil, se oyó un leve tronido desde de mi vagina, un tenue sonido salió de mis entrañas hasta mis oídos, y lo pude escuchar porque estábamos fornicando en completo silencio para que no nos cachara la chava de mi desflorador. La inmensa reata de Gerardo fue la que me hizo el favor de quitarme lo quintita. Mi amiga no dejaba de presumir que su hombre tenía un fierro digno de admiración y yo lo quise comprobar. Todas las reatas que me había comido antes no me habían hecho cosquillas, y aunque unas eran regordetas, ninguna de ellas era tan larga para romper la telita que resguardaba mi virginidad, hasta que llegó el monstruo venoso de Gerry, este sí que me hizo rico mientras Ana, mi íntima, se bañaba rápidamente. Ahora soy la más feliz, la manchita de sangre que quedó en mis bragas es la prueba de que ya no soy pura, que ahora soy una hija más del placer. El problema es que ahora ya no me conformo con cualquier pistola, solo revólveres supercargados disparan en mi vagina, pues ya no solo quiero que me vuelvan a tronar el ejote, sino que inmensos penes me partan en dos.

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