martes, 18 de agosto de 2009

Payafantasticos orgasmos

Soy una mujer con tres hijos pequeños y me excitan hasta el delirio los payasos. Mi afición empezó al coleccionar figuritas de payasitos muy coloridas, aprovechaba cualquier viaje para buscar un payasito diferente para agrandar mi colección. Abarroté repisas y mesas de mi casa con esas divertidas figuras, las tenía de todos colores y tamaños, no había ninguno igual. Mi afición por coleccionar a los causantes de la risa creció tanto que mis allegados no dudaban en regalarme una estatuilla de ellos en mi cumpleaños o días festivos.
Me encantan los maquillados y de nariz roja, no hay payaso que no me cause admiración. Mi gusto por los payasos creció y se transformó una tarde al sur de la ciudad de México, fue algo muy extraño, pues mientras observaba la actuación de un payaso en la plaza de Coyoacán me di cuenta de que estaba humedecida.
Me mojé mientras el sujeto hacía sus payasadas, ver el maquillaje en su cara y sus grandes zapatos me puso muy jariosa. Fue tanta mi excitación que los pezones se marcaban por encima de mi brasier y hasta de mi blusa. Mi respiración se empezaba a escuchar entrecortada.
Esa noche en casa tuve relaciones sexuales frenéticamente, yo no tenía otra cosa en la cabeza más que la imagen de aquel payaso penetrándome; cabalgué horas el miembro de mi pareja imaginando que era aquel hombre de sonrisa pintada y nariz roja quien me poseía. Mi esposo estaba tan complacido por mi desempeño en la cama que antes de caer dormido sólo atinó a decirme que estaba muy mojadita y que había sido una fornicada inolvidable.
Mi afición por los payasos creció y se convirtió en deseo. En la fiesta del hijo de mi hermana por primera vez experimenté el explosivo orgasmo que te produce un payaso, fue una carcajada inmensa de placer. Mientras el payaso Tilín actuaba, yo logré que fijara su atención en mí, y sin que nadie se diera cuenta dejé caer el tirante de la blusa para dejar al descubierto la aureola de mi pezón.
Justo antes de que Tilín se desmaquillara y se quitara el disfraz de payaso, lamí su nariz roja y acaricié con mis tetas sus inmensos zapatos rojos. Tilín ya la tenía dura como fierro y fue entonces que me penetró, me orgasmeé como nunca antes al ver su cara pintada de payaso mientras me la metía sin compasión. Él me decía: "¿Quién quiere premio? ¿Quién se ha portado bien? ¿Quién me quiere ayudar en el juego?". Mi respuesta con la voz entrecortada era: "¡Yooo...!".
Desde entonces no falto a las fiestas de mis sobrinos, ahijados y hasta algunos desconocidos. No hay payaso que, aparte de divertir a los pequeños con sus payasadas, me haga a mi tener payafantásticos payaorgasmos.

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