miércoles, 16 de diciembre de 2009

La cabalgata!

Manejé por dos horas en el tránsito para llegar a casa, la ciudad era un total caos vial. En el radio pasaron la canción que escuchaba el día que tuve por primera vez sexo con mi marido, y en medio de mi estrés me excité.
Tenía la idea de seducir a mi hombre, imaginé la forma en que llegaría al orgasmo con él, tenía ganas de que me poseyera violentamente, que me hiciera olvidar el calvario para llegar a casa. Abrí la puerta y él estaba en el sillón viendo en la televisión el resumen deportivo.
No perdí ímpetu y después de meterle la lengua hasta la garganta al saludarlo en un beso muy fogoso, me abrí de piernas y me senté sobre él.
Se me subió hasta los muslos la falta que llevaba puesta y sentí cómo su miembro se hinchaba de placer. Me senté sobre su bulto y comencé a frotarme muy despacio.
Era como si lo estuviera cabalgando, me mecía lentamente sobre su humanidad mientras le pedía que me mordiera los pezones, y así lo hizo.
Estaba muy mojada, mis fluidos comenzaron a mojarle el pantalón, él sentía mi humedad y más se excitaba. Mario estaba trastornado, su respiración era acelerada, y sus manotas abriendo mis nalgas como gajos de naranja me dejaban ver que pronto se vendría en los calzones.
Seguí masturbándome sobre él, a veces me movía lento o rápido, el placer que sentía mi clítoris me dictaba la velocidad. Me sentía muy traviesa, le mordisqueé el lóbulo, y aproveché para susurrarle que me metiera el dedo en el ano.
Me subió la falda a la cintura y con un movimiento maestro me arrancó la tanga y enseguida su dedo ya estaba merodeando mi entrada. Me metió su dedo índice en la boca y mi saliva sirvió de lubricante para que me penetrara inmediatamente.
Estaba ebria de placer, seguí por varios minutos rozando mi clítoris sobre su pene hasta que sentí que sucumbía al orgasmo. Éste fue explosivo, terminé entre gritos y gemidos, fue espectacular.
Mario no tuvo tiempo de quitarse el pantalón y se vino en los calzones, estaba como zombi después de que eyaculó. Por fortuna esa noche descubrí que cabalgar a mi hombre sin que me penetrara vaginalmente me da placer atómico, aunque por desgracia para mi marido también esa noche supe que ninguna otra posición sexual me daría más goce sexual que la de la amazona que monta a pelo.

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