martes, 1 de febrero de 2011

El llanto


Tengo veintisiete años... y creo que sufro de depresión sexual.
Estoy desesperada, pues desde hace años vengo presentando una conducta extraña después de tener sexo. Estoy asustada, ya que luego de copular me pongo a llorar sin control.
Esto se presentó exactamente hace cuatro años, justo al terminar con mi novio, y sí, terminar de todas todas, pues después de que culminamos el acto amoroso, es decir, de hacer el amor, él me dijo cínicamente mientras yo aún estaba desnuda en la cama que era la última vez que tendríamos pasión, pues ya no quería mantener una relación amorosa conmigo; me terminó en todos los sentidos.
Yo me quedé en la cama impactada, no creía lo que acababa de pasar. Él me había cortado cuando aún estaba húmeda mi entrepierna, cuando aún podía sentir el estremecimiento del orgasmo que me había provocado sus embestidas. Me quería morir y hasta pensé en el suicidio.
Caí en una fuerte depresión, no sabía con certeza si volvería a disfrutar del sexo con otra persona. Pasó el tiempo y conocí a Jesús, él me ayudó y con el paso del tiempo y gracias a su cariño volví a entregarme en la cama. Mi primera vez con Jesús resultó casi una experiencia religiosa y de milagro logré mi preciado orgasmo.
Él estuvo divino, me trató como una reina. Debo admitir que gocé como nunca, que los movimientos de su cadera cuando me penetraba me hicieron ir de paseo al cielo. Tuvimos un simultáneo orgasmo, ambos nos miramos sonriendo y fue ahí que entró en mí un pánico y me puse a llorar sin control. No hubo acción por parte suya que calmara mis lágrimas, estaba sin dominio.
Esa historia se repitió cada vez que él u otros hombres me provocaban un orgasmo y fue entonces que pedí ayuda profesional. Mi terapeuta escuchó mi caso y sin más explicaciones me recetó ansiolíticos y antidepresivos, que tomo actualmente, aunque éstos han comenzado a cambiar mi personalidad, no soy la misma mujer activa y con iniciativa en la cama de antes.
Tengo que medicarme antes de estar con un hombre en la cama, no quiero espantarlo con mi llanto después de que minutos antes me hace gritar de placer al sentir un orgasmo. No hay caballero que quiera permanecer junto a mí luego de sudar las sábanas, hasta Jesús me abandonó, él que era tan compresivo y amoroso perdió la fe.

No hay comentarios:

Publicar un comentario