miércoles, 24 de agosto de 2011

Muévete perra...


Soy otro cuando estoy a punto de fornicar a mi esposa. Cuando la veo de espaldas justo a mi costado crece en mí la necesidad de metérsela por detrás. Mi reata se hace presente, la setecientas venas se pone dura justo cuando la abrazo para dormir de a cucharita. Oler su cabello hace que la sin hueso se llene de vida al dar empellones buscando su guarida. Pongo a Ana bocabajo, pues me gusta tenerla sometida de esa forma, yo abro sus nalgas y se la meto primero despacio para que sienta cómo resbala con dificultad por la vagina aún seca. No me puedo contener, estoy a punto de venirme, pues el placer es máximo. Ana, muy tierna, empieza a disfrutar un poco mis penetraciones lentas y comienza a lubricar, pues mis jadeos la han excitado. Muerdo sus orejas, me encanta sentir ese cartílago entre mis dientes, eso me transforma y le digo: "¡Muévete, perra!". Ella lo hace, se crece al castigo y yo disfruto intensamente sus movimientos violentos tipo convulsiones.

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