miércoles, 5 de octubre de 2011

Manifestación de pelos...



Perdí la gana de metérsela cuando quedaron frente a mí sus chichis peludas, y de plano se me bajó la reata al ver su ano infestado de pelos. Fue horrible ver esa alfombra de pelos tan cerca de mi lengua.
Dulce siempre había sido mi fantasía sexual, desde que la conocí se convirtió en mi sueño erótico. Sus pronunciados escotes me hacían imaginar sus ricas tetas balanceándose sobre mí, claro, mientras ella me montaba para permitir que mi fierro se le hundiera bien adentro.
Alimenté esa fantasía por meses, hasta que por fin me atreví a hablarle e invitarla a salir; la llevé al teatro y después, a cenar. Ella pareció estar feliz con la invitación, pues esa noche usó una blusa que permitía ver mucha piel y dejaba poco a la imaginación.
Mientras cenábamos no me podía concentrar, lo único que podía preguntarme era de qué color eran los pezones de las tetas que cenaban frente a mí. Se repitieron las salidas y después de varias de ellas por fin pude tentarle los senos. Nos besábamos y ella tomó mi mano y la colocó sobre sus chichis, yo la apreté, y aunque la tela no me lo permitió muy bien, pude comprobar que sus mamas eran de muy buen volumen.
Dulce por fin me aceptó como su novio y después de unos tragos fuimos a su departamento. Yo traía lista la pistola, pues ella se encargó de masajearla mientras manejaba, y yo estaba a punto de descargar. Esa noche por fin conocería de qué color y de qué tamaño eran sus chupones.
No perdí mucho tiempo y empecé a desnudarla. Mi reata estaba a punto de estallar, estaba tan caliente que hasta me dolía la erección. Yo le besé el cuello y cuando empecé a bajar hacia el ombligo me quedé sorprendido... los pezones no eran como los había imaginado: ¡tenían largos pelos que los hacían ver horribles!
Traté de no perder la concentración, hice un esfuerzo por seguir al pensar que eso tenía arreglo, pensé con optimismo que eso no importaba, pues podría proponerle arrancarle los pelos con mis dientes; ella gemía y yo le arrancaba uno a uno sus pelambres, se antojaba excitante.
Dulce estaba bien prendida y se bajó con mucha facilidad los calzones al mismo tiempo que me dijo: "¡Chúpame la cuca!". Yo obedecí cual soldado raso en fuerza armada y ¡zaz!, fue como si me echaran un cubetazo de agua con hielos... su ano y su vagina estaban cubiertos por una espesa alfombra de pelos crespos y no pude siquiera darle una lamidita, pues me aterroricé

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