jueves, 8 de marzo de 2012

Diminuto...

Tengo un marido bien jariosote, me revuelca por el piso y me echa su semen en la cara, pero yo tengo poco deseo sexual. Desde hace pocas semanas me he vuelto un hielo en la cama, no hay caricia íntima o beso mordelón que despierte mi jariosa interna. Para pronto, no hay lumbre que caliente mi fogón como Dios manda. Siempre he sido una mujer complaciente con Ernesto y aun cuando estoy cansada por haber madrugado y haberme llevado la joda, siempre tengo abiertas mis piernitas para que él entre a matar a la bestia, y yo hago mi parte para que ambos disfrutemos la movida sexual. Pero mi voraz deseo carnal se fue haciendo diminuto sin causa aparente, ahora detesto que llegue a untarme el camarón mientras lavo los trastes. Me pongo muy encanijada cada vez que él intenta agarrarme las chichis en tono de jugueteo sexual, tengo ganas de aventarle el florero que descansa en mi buró para que deje de hacer esas maniobras que me molestan y para nada me excitan. Mi diminuto apetito sexual ha empezado a traernos problemas, no estoy dispuesta a que me siga echando baba en la vagina para lubricarla, ahora sí ya no me dejaré penetrar ni por compasión, que entienda que si mi vagina está seca es porque no quiere ser profanada, y si está mojada es porque quiere ser penetrada.

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