viernes, 6 de enero de 2012

Cada viernes...

Soy una mujer de rutina y de finos modales. Me encanta que me abran la puerta del carro y que me empujen la silla al sentarme; siempre lavo a la misma hora y hago mi aseo de la misma manera, en pocas palabras, soy una dama de costumbre.
Tengo casi cuarenta años y desde hace más de siete tengo a Roberto a mi lado, quien ha sido el encargado de quitarme el frío y las ganas de todos los viernes por la noche.
Nuestros encuentros cada vez han sido mejores. Confieso que al principio el sexo entre ambos era un experimento fallido, pues mi vagina estaba tan estrecha que era doloroso cada vez que intentaba penetrarme, ya con el tiempo aprendimos que la saliva era el mejor lubricante en el momento de la calentura.
Roberto es un poco mayor que yo, él tiene más experiencia en el sexo, pues ya ha estado casado dos veces. Hasta ahora parece que mis tetotas y mis nalgas blancas lo dejan bien satisfecho, aunque no es raro que cada vez más me insinúe que quiere probar cosas nuevas.
Soy en general una mujer ordenada y limpia, todo para mí tiene una rutina, todos los viernes antes de que llegue mi hombre me pongo a lavar. Ese día Roberto llegó antes y me cachó en plena tendida; la verdad ahí me tomó, me bajó la tanga y ahí, en el lavadero de mi casa, me la metió. Yo no hice otra cosa más que apretar las pinzas que quedaron en mi mano.
Después de que me dio varios empellones con su duro pene, estaba a punto de eyacular. Yo estaba muy mojadita, pero me la sacó y me dijo: "¡Enséñame las chichis, quiero morder tus pezones!".
Así lo hice y me sorprendió el placer que me produjeron aquellas mordidas juguetonas y firmes, yo estaba enloquecida de gozo. Miré las pinzas de ropa y sin pensarlo mucho las tomé y me las coloqué sobre los pezones, gemí de dolor, pero no quería quitármelas.
Ya no era una damita, más bien, una puta enloquecida. Me revolqué de placer, nunca había experimentado tal cosa. Roberto, sorprendido por mi iniciativa, eyaculó casi inmediatamente e hizo que yo terminara al chuparme el clítoris. Fue una noche inolvidable.
Desde entonces cada viernes repito la dosis, sin importar que la carne de mis pechos luzca aún morada de los moretones de la semana anterior.
Encarnación

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