martes, 1 de noviembre de 2011

De lado la canoa


Estoy asustado, no sé si lo que sentí al verle las nalgas a Mauricio signifique que se me va chueca la canoa y soy jotín o que de plano estaba muy caliente, pues tengo tiempo sin fundita. Estaba a la mitad de la cancha de fucho cuando vi a mi cuate, quien por cierto tiene tremendas nalgas, agacharse a acomodar el balón para despejar. Ver ese trasero me emocionó, y sin querer queriendo se me alborotó el pispirrín. Para disimular mi erección tuve que inventar un calambre para irme a la banca un rato, no era de hombres correr con el molinillo a punto de turrón. Ya en la banca traté de calmar a la bestia y le di unos apretones, parecía no ceder a la flacidez y peor cuando mi vista se volvió a fijar en la retaguardia de mi cuate, se me puso otra vez derecha y tuve que ponerme la toalla de Nacho, un compa, para evitar que la porra se diera cuenta de que toda la sangre de mi cuerpo se encontraba entre mis piernas. No logré domar a la fiera y de tanto tiempo que pasó hasta se acabó el juego, tampoco pude quitarme las imágenes de las nalgas del Mau mientras se la metía. Desde entonces le doy la vuelta a mi amigo, he dejado incluso de ir a echar ron con él, tengo miedo de que se me vaya chueca la manita y en una de ésas en la peda acabe aderezándole el agujero.

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