martes, 22 de noviembre de 2011

Mirar...


Soy Ernesto y, neto, soy bien lujurioso, me encanta treparme a los puentes peatonales a verles las tetas a las mujeres que pasan por debajo.
Paso horas contemplando cómo esos bondadosos pedazos de carne se mecen al ritmo de la caminata, yo me coloco arriba de un puente y simplemente aprecio desde las alturas los generosos escotes que pasan debajo de mí.
Esto empezó hace poco, cuando esperaba a una amiga en uno de los puentes peatonales; quedamos en vernos arriba del puente, pues así no nos perderíamos entre la multitud. Llegué antes a la cita y vi cuando ella y sus tremendas chichotas se acercaban al encuentro, ver cómo esos dos volcanes se acercaban a mí me ocasionó una erección.
Se me caía la baba al apreciar desde mi posición de altura esos tremendos chicharrones. Desde mi perspectiva imaginaba que Beti, mi amiga, me hacía una rusa, sí, que mi pistola bien dura se metía por entre sus tetas hasta que me viniera, y luego le echaba el semen en su carita bonita.
Pasé una tarde difícil, pues no podía quitarme esa imagen satelital de la mente, incluso tuve que echarme unos alcoholes para poder olvidar esa fotografía panorámica tetánica. La tarde siguiente aún estaba muy caliente y decidí subir a otro puente peatonal, quería investigar si se repetía la erección por visualización.
Mi sorpresa fue mayúscula, pues se me puso duro el pirrín cuando aprecié desde las alturas a una chava en camisetita deportiva. Se le veían unas tetitas firmes, chiquitas pero bien duritas; yo no me contuve y me di unos apretones, quería masturbarme en ese momento.
Ahora ando por la ciudad buscando los puentes de mayor cruce. Me coloco arriba, específicamente al inicio de la escalera, para ver cómo se mueven las tetas de las mujeres que suben. Muchas de ellas, apuradas por el tiempo, no se dan cuenta del generoso espectáculo que dan sus chichis.
No importa si no traen escote, me he hecho tan experto para apreciar las glándulas mamarias que incluso si las cubre un suéter pegadito puedo apreciar cómo se les mueven dentro del sostén para hacerse presentes. Saltan temblorosas de su prisión para que alguien las vea y vaya a su rescate.
He llegado a pensar que en el fondo todas las tetas claman por ser apreciadas, les gusta que las admiren y por eso casi saltan jubilosas a cada paso que da su portadora. Incluso me he asombrado al ver cómo uno que otro pezón se hace presente ante mi mirada, se erectan en tono de agradecimiento ante mi reconocimiento mamario.

No hay comentarios:

Publicar un comentario