miércoles, 11 de marzo de 2009

grito...

Estoy casi recién casada, por lo que no pasa noche sin que mi marido y yo nos echemos todo el Kamasutra. Él es un hombre bien dotado, tiene un pene enorme que cuando está erecto es en realidad un monstruo de placer.
Cada vez que me la mete me transformo, siento tanto placer que no puedo controlarme y comienzo a gritar como loca. Él me embate al ritmo de mis gritos, pues no lo incomoda y hasta lo excita que yo sea una gritona en la cama. De hecho, mis gritos para él son señal de más excitación, y entre más excitación estoy mucho más mojada.
Vivo en una unidad habitacional, los departamentos son prácticamente nuevos y lo delgado de las paredes no ayuda mucho a mitigar el sonido. Mis gritos son tan fuertes que traspasan el muro. Al principio nadie decía algo por prudencia y pena, pero como mi marido y yo todas las noches tenemos sexo en la madrugada, ya hemos empezado a causar molestias a los vecinos, pues mis alaridos los despiertan.
Hace poco, en la madrugada, Fabián (así se llama mi esposo) y yo estábamos dándole duro y el vecino del departamento de junto nos fue a tocar. Sentí mucha pena cuando escuché que le decía muy apenado a mi marido que por favor tratáramos de hacer menos ruido, que considerara que había gente que se levantaba en la madrugada para irse a trabajar.
Por eso los vecinos me señalan a raíz de mis gritos, se cuchichean cada vez que bajo por la escalera, incluso alguna vez alcancé a escuchar que ya se me conoce como la "gritona gemidora del 203", la que no deja dormir.
Ahora, para evitar molestias en el vecindario, evito tener sexo con Fabián, pero eso me frustra, pues estoy acostumbrada a sentir su inmenso miembro dentro de mí. No encuentro la forma de seguir disfrutando de su penetración sin tener que ser escuchada, ya que de verdad si no grito siento que no disfruto.
Mónica

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