miércoles, 11 de marzo de 2009

los maniquíes...

Me encuentro ansioso ante lo que creo es un grave problema sexual. Te cuento: por las tardes, al salir del trabajo, siempre me dirijo a los centros comerciales, a ésos donde hay grandes aparadores y tiendas de ropa, me paro frente a ellos y los observo con gran detenimiento, pues causan en mí una extraña excitación. Ver como las prendas se ajustan a la muñeca de plástico hace que mis sentidos se alerten y me provoque una erección incontrolable. Mi excitación es mayor cuando me encuentro con maniquíes a los que les resaltan los pezones, verlos destacar me provoca casi una eyaculación. He tenido que optar por usar un portafolios o la bolsa de mi lonchera para ocultar el bulto del pantalón.
La cosa no termina ahí, pues me pongo tan caliente que ya no me importa estar rodeado de gente y comienzo a acariciarme íntimamente, al punto de que tengo que acudir rápidamente al baño para terminar la faena y conseguir mi orgasmo.
Lo grave es que mi obsesión --así la llamo yo-- va en aumento, pues hace poco tiempo se me ocurrió ir al área de almacén de las tiendas de ropa a pedir que me vendieran un maniquí. Escogí el más bonito, que tuviera los dedos completos y, por supuesto, que poseyera los senos bien formados.
Ya en mi casa metí el maniquí con cuidado. El corazón me palpitaba, pues llegué a pensar que más de uno se daría cuenta de mi gusto por las muñecas de aparador. La bañé, le puse perfume, la vestí con ropa ajustada. Ya que tuve a la muñeca frente a mí sentí que me miraba, y de entre mis piernas mi miembro se hizo presente y fue entonces que tuve el orgasmo más increíble de mi vida.
Disfruto comprarle ropa a mi muñeca, gasto parte de mi quincena en prendas escotadas y que resalten sus pezones. Mis cuates ahora son parte de mi fantasía, y no porque les haya revelado mi secreto, sino porque incluso me ayudan a escoger la ropa más sexi, ya que creen que es para mi noviecita secreta, la cual, obviamente, aún no he querido presentarles.
Por mi cabeza ha pasado la idea de aumentar el número de muñecas. El otro día observé en una tienda brasileña de ropa unos maniquíes negros, me calentó la idea de imaginar sus chichis negras, y desde entonces me invade el proyecto de comprarme un maniquí negro, me intriga saber si tiene dibujado el clítoris.
Desde entonces reparto mi tiempo en mis dos pasiones: seguir viendo aparadores repletos de maniquíes y encerrarme en mi cuarto a desvestir y a vestir a mi muñeca para masturbarme mientras imagino que me mira.

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