martes, 31 de marzo de 2009

Sueldo base más prestaciones…

Soy un hombre casado hace ya casi quince años y para no perder la pasión en la cama he acordado con mi esposa, que se llama Leticia, inventarnos historias y fantasías para imprimirle nuevas sensaciones a nuestros encuentros sexuales.
La rutina en la vida de pareja extermina algunas veces la pasión y la excitación. Como de costumbre, el domingo pasado nos dirigimos al mercadito sobre ruedas que se pone a siete calles de la casa a hacer las compras para la semana. Cuando estábamos de regreso a casa me cambié la pesada bolsa de mandado de mano, estiré el cuello para relajarme, y fue entonces que mi mirada se postró en el letrero del hotel de paso que decía: "Se solicita recamarera. Sueldo base más prestaciones".
Mi imaginación se echó a volar; volteé y le sonreí maliciosamente a Leticia, y ella me miró confundida. Descansé mis bolsas en el piso, saqué mi celular y apunté el número telefónico para pedir informes.
Mi mujer se quedó sorprendida, no comprendía por qué de pronto yo estaba tan entusiasmado apuntando aquel número. Llegamos a casa y antes de guardar la despensa en el refrigerador le conté mi cachondo plan.
Mi propuesta la sedujo y entonces decidió llamar para pedir el empleo. El encargado del hotel le hizo una serie de preguntas y le pidió algunos papeles para contratarla. Ella al cabo de unos días ya tenía puesto el uniforme de recamarera y estaba afanando entre los pasillos y recámaras de dicho edificio para el sexo.
Me excitaba verla en uniforme, todas las tardes ella se lo dejaba para que yo llegando a casa la poseyera. Me volvía loco quitarle las medias y los zapatitos blancos, se me ponía bien dura y yo se la metía hasta el fondo. Así pronto vinieron nuevas fantasías a nuestra cabeza.
Leticia me contaba de las parejas que entraban a disfrutar en el hotel, me platicaba que era muy excitante ponerse fuera de la puerta para escuchar los gemidos de placer de algunos de los huéspedes. Eso me prendía y lo hacíamos imaginando que éramos nosotros quienes disfrutaban de esa cama.
Nuestra vida sexual se revitalizó. No obstante, no pasó mucho tiempo sin que tuviéramos una nueva fantasía en mente y fue cuando acordamos nuestro gran encuentro para disfrutar de una de las prestaciones laborales de mi mujer. Como parte de sus prestaciones mi esposa tiene derecho a una noche de hospedaje en su lugar de trabajo sin costo, y con ese beneficio nació nuestra fantasía sexual. Acordamos que me hospedaría y que la esperaría en la cama para darle rienda a nuestra lujuria.
Llegué a la hora pactada, me desnudé y me metí en la cama. Tocaron la puerta, y con voz temblorosa por la emoción invité a pasar a mi cuarto. Se me paró el miembro cuando la vi entrar envuelta en piel y llevando tacones altos. Me sonrió, me preguntó si era Ignacio y si tenía el dinero que había acordado.
Le dije que estaba en el buró de su lado de la cama. Ella lo tomó, lo guardó y se desnudó. Se acercó a mí y empezó a besarme el cuello. Yo estaba muy excitado cuando de pronto se escuchó el ruido de la puerta. Era Leticia que abría con su llave maestra; estaba atónita, se mordió los labios y cerró la puerta.
Tuvimos explosivos orgasmos. Venus, la prostituta que contratamos para realizar nuestra fantasía sexual de un trío, resultó ser una inyección de vitalidad para nuestra vida sexual de pareja.

No hay comentarios:

Publicar un comentario