martes, 10 de marzo de 2009

imaginando extraños…

No sé cómo contener la inundación de mi vagina. Todas las noches antes de dormir, aun en las de mi periodo menstrual, no puedo dejar de provocarme una excitación que humedece mis partes íntimas y que recorre mis labios vaginales hasta que se escurre a mi ano.
No sé qué me pasa, estoy desesperada porque estas ganas por excitarme cada vez más y más son incontrolables. Lo que empezó como un inocente experimento ahora se ha convertido en uno de mis más anhelados juegos nocturnos.
Una tarde, al viajar en el camión me di cuenta de que el vibrar del motor me excitaba, y si me sentaba derechita mi clítoris podía sentir los brinquitos de la máquina. Me sentí sucia y divertida. Poquito después los sobresaltos del motor no fueron suficientes para mis jugos, y vino a mi mente la posibilidad de hacer crecer mi fantasía sexual.
Miré a mi alrededor y me percaté de que había entre los pasajeros varios hombres de características generosas. Atrapé su imagen en mi mente y comencé a imaginarlos sobre mí, besando cada centímetro de mi cuerpo mientras aún sentía los sobresaltos del motor y del cambio de velocidades.
A medida que se subía algún nuevo pasajero al camión, mi imaginación volaba e inmediatamente lo hacía sobre mí haciéndome a su antojo. Me mojé, estaba que chorreaba y me bajé sobresaltada del camión, me excité tanto que temí que alguno de mis gemidos inconscientes fuera escuchado por el atiborrado camión. Desde entonces me di a la tarea de que mi faena húmeda sólo fuera de noche y en mi cama, en el lugar donde puedo darle rienda suelta a mi sexo.
Desde entonces me humedezco todas las noches apelando a caras de hombres que vi durante el día. Estoy en el metro y no dejo de hacer fotografías mentales de perfectos desconocidos para darle rienda a mi imaginación nocturna.
Mi inundación viene en litros y he tenido que dejar de usar pijamas de pantalón, pues la humedad de la tela me impide dormir plácidamente después de mi excitación. Me recuesto en mi colchón y busco en mi listado mental al más atractivo de los ejemplares que haya visto ese día para hacerme suya imaginariamente. No tengo límites, dejo que mi desconocido me tome como quiera, por el ano, por la vagina, que me muerda la espalda o hasta que me dé nalgadas, mi imaginación no detiene mi excitación e inmediatamente lubrico.
Me toco y pellizco mis pezones, recorro con mis manos mis piernas hasta que alcanzan mi clítoris, ahí puedo ser testigo de que llegó la inundación mientras gimo calladamente de placer. Puedo seguir por horas manipulando mis jugos mientras imagino que algún hombre me come entre las piernas.
Lubrico cada vez más y más, mis fluidos son tantos que hasta puedo embarrármelos o comérmelos como una especie de mayonesa. Lo raro del asunto es que por mucho que esté excitada y mojada siempre tengo que parar cuando siento que la humedad llega a mi ano, sentir que ese orificio pequeño y negro está mojado es el interruptor de apagado.
Desde que sentí aquel motor no he dejado de masturbarme, me encanta imaginarme que tengo entre mis piernas al hombre que quiero. Lo que ha empezado a asustarme es que ahora mi mente está fuera de control, pues ya no centro mi imaginación en los usuarios atractivos del sistema de transporte público, ahora también pongo mis ojos en los que no son nada agraciados.
Me preocupa que ahora mi atención se centra en los hombres viejos, sucios y de apariencia ruda. Me encanta mojarme imaginando sus sucias manos con uñas negras sobre mis nalgas. No puedo controlar mi inundación vaginal al evocar a un anciano sin dientes chupándome mi clítoris.
Graciela

No hay comentarios:

Publicar un comentario