martes, 31 de marzo de 2009

¡Me cambió por una muñeca sexual!

Estoy destrozada. Mi novio, al que consideré el amor de mi vida, me ha cambiado por una muñeca inflable. Me considero una chica atractiva, muchos de mis amigos me han dicho que mi cuerpo despierta pasiones, que mis pechos son para muchos el lugar donde alguno que otro Dios podría habitar, pero parece que mi chico eso ya no lo valora.
Para festejar mi tercer aniversario decidí hacer algo nuevo con mi novio, Eduardo. Él me propuso un trío sexual y yo me rehusé, pero sugerí integrar a nuestro encuentro sexual una muñeca de plástico de esas que están para servir en el encuentro sexual.
Él aceptó encantado, el chiste era hacer algo novedoso para conmemorar nuestra fecha.
Él se ofreció a comprar a la susodicha. El día que lo hizo no dudó en llamarme cuando salió de la tienda para darme detalle de mi compañera plástica de sexo.
Llegó el día, lo hicimos en su departamento. Yo me di tiempo para arreglar el lugar, prendí velas y enfrié una botella de vino. Está de más que te diga que estrené la lencería que compré para ese encuentro tan especial.
Todo comenzó abruptamente. Eduardo, desesperado, comenzó a alistar la muñeca, interrumpió mi apasionado beso sólo para decirme que teníamos la obligación de darle un nombre antes de nuestro encuentro sexual, argumentó que era de mala suerte fornicar con una desconocida, así fue como le puso el nombre de Dolly.
Ese encuentro fue terrible. Él se enfocó en la mujer de plástico, la acariciaba, la besaba y hasta la penetraba. Yo me sentí desplazada y humillada cuando él me dijo: "Dolly me acaba de susurrar al oído que quiere que le pellizques los pezones".
Me quedé fría, aún más que la propia inanimada Dolly. Me confortaba la idea de que sólo por esa noche experimentaría algo así, me consoló la certeza de que pronto se acabaría la celebración de nuestro tercer aniversario.
Mas las cosas fueron de mal en peor, Eduardo se ha convertido en una adicto a su muñeca, la carga para todos lados como si fuera su portafolios de presentación. Temo que ya hasta le haya puesto apellido.
Desde entonces cada encuentro sexual que tenemos él desea que participe Dolly. Le he dicho de mil maneras que no me siento cómoda, pero él me dice que fue mi idea y que sin ella no puede lograr una erección duradera.
Creo que mi novio ha empezado a notar mi desagrado por la mujer plastificada, al grado de que se inventa exceso de trabajo para no tener encuentros nocturnos, y cuando llegamos a tenerlos no rinde como hombre, sospecho que la tal Dolly se me adelantó y ya obtuvo mi dotación de semen.
No sé qué hacer, estoy desesperada, pues está obsesionado con la muñeca sexual. Pero creo que debo aguantar y tratar de ayudarlo a superar esta adicción al látex, pues a fin de cuentas fue mi idea hacer un trío con una muñeca.

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